MI PRIMER DISCO DE ELVIS

David Estrada — Wed, 16 Aug 2023 23:59:36 +0000

Verano de 1976. Tenía trece años cuando escuché por primera vez a Elvis Presley (1935-1977). Como si fuera ayer, todavía recuerdo el momento en que la radio-cassetera-tocadiscos marca Silvano que nos había comprado papá, sintonizaba el programa “Canal 98 por la noche”, en la que para entonces era la única estación radiofónica que en Querétaro transmitía música en inglés, desde sus instalaciones ubicadas en la planta alta del Edificio Nueva York, en la avenida Corregidora. Eran las nueve de la noche y me estaba bañando con la puerta abierta para escuchar la música. Y la primera canción que aquella noche me presentó a un Elvis que hasta entonces desconocía, fue una melodía escrita por Mark James y titulada “Suspicious Minds” (Mentes Suspicaces). Sin duda, en su versión original, una de las mejores canciones de la época pop del Rey del Rock, por su extraordinaria interpretación -potente y sumamente varonil- y su excelente orquestación. Una canción que, según confesión del propio Frank Sinatra, era una de sus favoritas. Una canción que se volvió imprescindible en las memorables presentaciones ‘en vivo’ que Elvis ofrecía en el exclusivo Hotel Internacional en sus temporadas anuales en Las Vegas.

Al día siguiente de mi descubrimiento, con el nombre de aquella rítmica melodía, fui a la sucursal de Grabaciones Selectas, en el interior del pasaje San Francisco, y compré un disco sencillo de cuatro canciones, pues mi precaria economía adolescente no me daba para más. Era un acetato de 45 RPM, facturado en nuestro país por la desaparecida RCA Victor (MKE-1231, su número de catálogo) y con cuatro canciones, entre las que estaban, además de “Suspicious Minds”, otras dos fabulosas baladas que apuntalaron de manera definitiva mi devoción musical por El Rey: “Dont’ cry daddy” (No llores, papi) y “You’ll Think Of Me” (Tú pensarás en mí). Una joya musical para los amantes de la buena música pop.

La portada de aquél, mi primer tesoro musical elvisiano, era monocromática, en colores morado y rojo y con una fotografía de un Elvis treintón, con los brazos cruzados, portando una camisa de gran cuello y una chamarra, con patillas largas y su inconfundible copete sobre su frente. Ese fue mi primer disco de Elvis.

Y a partir de aquel día de 1976, a mi colección personal de cientos de discos, se sumaron muchos más del Rey, algunos en ediciones de importación: dos, tres, cuatro, diez, veinte, cuarenta… ¡ciento veinticuatro discos! Toda una colección en la que, con varios años de retraso, fui descubriendo el talento artístico de un hombre sinónimo de rebeldía, controversia, pop y rock and roll. El legado del creador de un movimiento musical que revolucionó al mundo y cambió la vida de varias generaciones.

Elvis Presley murió por una sobredosis de medicamentos el año siguiente en su residencia de Memphis, Tennesse. El 16 de agosto de 1977. Tenía 42 años de edad, aún cuando por su exceso de peso parecía mucho mayor. Y a partir de entonces, para muchos -que ya no para mí-, se convirtió en toda una leyenda.

La madrugada de este 46 aniversario luctuoso de Elvis, como un sencillo homenaje de mi parte, literalmente he desempolvado aquel viejo tocadiscos Silvano en forma de portafolio que me acompañó en mi juventud. Lo he conectado y he dejado que nuevamente en su gastada aguja se reproduzca aquel disco de 45RPM de “Suspicious Minds” que todavía conservo impecable. Mi primer disco de Elvis. Y, confieso, he llorado de la emoción.

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